El mecanismo mediante el cual la vitamina E contribu ye a proteger del padecimiento de enfermedades del corazón y vasos es realmente fascinante. Para comprenderlo es necesario partir de un poco más lejos': la formación de las placas ateroes-cleróticas responsables de la mayor parte de las patologías car diovasculares.
El fenómeno se inicia probablemente con la acción de algunas células inmunitarias, llamadas fagocitos. Estas tienen la función de reconocer y devorar no sólo las bacterias y otras partículas enemigas que hayan penetrado en el organismo, si no también sustancias no provenientes del exterior, pero que a sus ojoft; también resulten extrañas. Entre ellas se encuentran las moléculas del colesterol malo, el famoso LDL. Al engullir este banquete graso las células inmunitarias se vuelven pesa das y tienden a deposplarse sobre las paredes de las arterias for mando los depósitos grasos que son el punto de partida de las enfermedades coronarias.
Es evidente que la vitamina E, impidiendo la oxidación de las LDL, puede contribuir a prevenir estas patologías, pero por sí sola no basta para frenar los daños del colesterol eleva do, que debe ser tratado con dietas y medicamentos específi cos. Sin embargo, la vitamina E puede ofrecer una mano en estos casos. Un estudio especializado demostró que las pobla ciones con niveles bajos de vitamina E en sangre (los nórdi cos) están más expuestos a las patologías del corazón y de los vasos que la gente con niveles altos (los mediterráneos).
La E contribuye también a la salud cardiovascular disminuyendo la agregación de las plaquetas, es decir de los ele mentos de la sangre necesarios para evitar las hemorragias fa tales, que cuando tienen una tendencia exagerada a unirse una a la otra pueden favorecer la formación de coágulos.
Finalmente esta vitamina también es eficaz en el trata miento de ciertas anemias (én particular, las llamadas hemolíticos) porque alarga la vida de los glóbulos rojos.
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