Cuando los radicales libres atacan a los lípidos, especialmente las grasas poliinsaturadas, producen, luego de varias reacciones químicas (peroxidación), otros radicales libres. Esos provocan el envejecimiento en varias formas. Por un lado, uñan el ADN y el ARN de las células que nuestro organismo tcesita para sintetizar las proteínas y las enzimas. Por otro la- atacan la membrana celular, lo que frena el paso de los nu-|tf lentes a la célula y la eliminación de los desechos, provocan do una muerte lenta de la célula.
Los radicales libres también atacan directamente a las pro-u i ñas por un mecanismo llamado crossAmkage. Por ejemplo, a ni vel de la piel, este mecanismo sobre el colágeno (que es una pro-lefna) es responsable del envejecimiento de la piel que se traduce en arrugas, deshidratación, pérdida de la elasticidad, etcétera.
KLo que ocurre a nivel de la piel es el reflejo de lo que pasa ti el organismo. La lipoíuscina, o sea el pigmento que forma las [panchas de la vejez, se debe a la acción de ios radicales libres so bre los lípidos. Esta lipoíuscina no se deposita únicamente sobre la piel, sino también en el organismo, en especial en el cerebro, lo QU€ trae aparejados ciertos trastornos mentales vinculados con el envejecimiento. La sospecha acerca de la participación de los radicales libres en el envejecimiento parece haberse confirmado durante pruebas de laboratorio, en las cuales al aumentarse las de-leosas antioxidantes eM insectos y roedores se consiguió que éstos vieran prolongada su expectativa de vida, mientras que si se les disminuían las barreras o eran expuestos a una atmósfera muy rica en oxígeno, se lograba lo contrario.
El principal lugar de formación de los radicales libres es f. t xtútocandriOy una estructura de la célula cuya función es pro ducir energía. La mitocondria utiliza el oxígeno - además de oirás sustancias- para la formación de agua. De este proceso quedan como desperdicio los radicales libres. Ese mismo oxíge no que nos hace vivir es, por consiguiente, al mismo tiempo un Ulan inductor de envejecimiento; basta pensar simplemente en la acción corrosiva del oxígeno sobre el hierro, por ejemplo.
Algunos de los agentes que conforman el escudo defen sivo contra este peligro son sintetizados directamente por las celulas y se los llama endógenos. Otros antioxidantes, tan efectivos como éstos, no pueden ser sintetizados por el organismo y deben ingresar a él a través de la cadena alimentaria. Se trata de las vitaminas C y E; y el betacaroteno, un pigmen-to que, como ya veremos, el organismo transforma posterior mente en vitamina A (más información sobre vitaminas ver capí tulo 8 y siguientes).
Todas estas vitaminas, además de algunos minerales co mo el selenio y el zinc, conforman el armamento del que dis ponen las células para combatir a los radicales libres. Se trata de sustancias que fundamentalmente tienen, siempre, uno o más electrones para ceder y regalándoselos voluntariamente a los radicales libres, los equilibran, evitando así que ellos se va yan a acercar adonde no deben. El fruto de esta generosidad, como es comprensible, es una protección bastante amplia y que enfrenta una gran cantidad de procesos degenerativos reconocidos. De todos ellos, la vitamina C es el mejor escudo contra el envejecimiento y diversas enfermedades .
Una vez superadas las defensas, los radicales libres atacan las moléculas del ADN y pueden inducir a una mitosis o multipli cación celular descontrolada. Aunque no puede afirmarse todavía que éste sea uno de los factores causantes más relevantes, se sabe que la acción de los radicales libres está relacionada con la apari ción de procesos cancerígenos en el tubo digestivo, pulmón y ma mas. Asimismo, están implicados en enfermedades como arterios clerosis -junto con el cáncer, la principal causa de muerte en la sociedad moderna-, diabetes, Parkinson, Alzheimer, infarto de miocardio, artritis y cataratas, entre muchas otras.
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