Mire, yo nací y crecí en una familia mormona ortodoxa y todos creían que continuaría los pasos de mis maestros. Sin embargo, preferí dejar a todos confundidos porque mi primera pasión fueron los autos de juguete y, más tarde, los de verdad que limaba en el garaje de mi casa. Un día tenía quince años o menos decidí que los vehículos que se trasladaban por tierra eran demasiado aburridos y me puse a inventar un aparato que pudiera volar. El día que hice el primer vuelo con mi invento -un helicoptero para una sola persona- perdí la trompa y dos hélices, pero me gané la confianza de un ingeniero industrial que estaba al tanto de mis investigaciones y que me obsequió un cheque de 1000 dólares para que siguiera estudiando física y perfeccionando mis invenciones.
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